Hay películas que entran a golpe de espada, sangre y hechicería, y te recuerdan por qué el cine de fantasía oscura sigue teniendo algo profundamente hipnótico. Deathstalker (2025), producción canadiense que recupera el espíritu del espada y brujería clásico, es una de esas propuestas que miran al pasado… pero avanzan con paso firme hacia una nueva generación.
Aquí no hay ironía ni distancia. Hay maldiciones antiguas, reinos al borde del colapso y un héroe marcado por la magia negra. Y eso, para nosotros, ya es motivo más que suficiente para prestar atención.
Un reino en ruinas y un mal que se niega a morir
El reino de Abraxeon vive bajo la sombra de una amenaza que parecía enterrada para siempre. Los Dreadites, heraldos del hechicero Nekromemnon, asedian la tierra como si obedecieran a una voluntad que trasciende la muerte. El nombre del hechicero es leyenda, pero su influencia sigue viva… demasiado viva.
En medio de este caos aparece Deathstalker, un guerrero curtido por la violencia y la supervivencia, que al recuperar un amuleto maldito de un campo de batalla cubierto de cadáveres sella su destino. La reliquia lo marca. Lo convierte en presa. Y despierta horrores que no distinguen entre vivos y muertos.
A partir de ese momento, la película se convierte en una cacería constante, donde monstruos, asesinos sobrenaturales y fuerzas oscuras emergen sin descanso. El objetivo es claro: sobrevivir, romper la maldición… y enfrentarse al mal que está despertando.
Fantasía sucia, violenta y sin barniz
Deathstalker no busca la épica luminosa ni los grandes discursos heroicos. Su tono es crudo, sombrío y físico. Aquí el barro mancha la armadura, las heridas pesan y cada enfrentamiento tiene consecuencias. Es una fantasía donde la magia no es un don, sino una condena.
Visualmente, la película bebe del legado del cine fantástico de los 80 —escenarios naturales, criaturas prácticas, violencia directa— pero lo actualiza con un ritmo moderno y una puesta en escena contundente. No hay nostalgia vacía: hay respeto por un género que siempre ha funcionado mejor cuando es salvaje y desinhibido.
La maldición como motor narrativo
Uno de los grandes aciertos de Deathstalker es cómo utiliza la maldición del amuleto no solo como excusa argumental, sino como conflicto interno del protagonista. Cada paso que da lo acerca a su salvación… o a su destrucción. La magia negra no distingue entre héroes y villanos, y esa ambigüedad moral impregna toda la película.
El resultado es un relato donde la lucha no es solo contra monstruos externos, sino contra aquello que corroe desde dentro. Un tema clásico del género, pero aquí tratado con una intensidad poco habitual.
Monstruos, asesinos y un mundo hostil
A lo largo de su metraje, Deathstalker despliega un bestiario digno del mejor fantasy de culto: criaturas grotescas, sicarios sobrenaturales y presencias que parecen surgir de pesadillas antiguas. Todo contribuye a crear un mundo donde nada es seguro y donde cada encuentro puede ser el último.
Es cine de género en estado puro. Sin complejos. Sin suavizar aristas.
Una fantasía oscura que pide ser redescubierta
Deathstalker (2025) es una declaración de intenciones: la fantasía de espada y brujería sigue viva, sigue siendo brutal y sigue teniendo mucho que ofrecer cuando se la trata con respeto y convicción. Es una película hecha para quienes disfrutan del cine donde el héroe sangra, el mal persiste y la victoria nunca está garantizada.
En Gabita Barbieri Films seguimos apostando por este tipo de propuestas que expanden los límites del catálogo fantástico y recuperan el placer del cine de género sin domesticar.
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Porque a veces, la única salida… es desenvainar la espada.









